jueves, 5 de abril de 2012

[Miquel Amorós] Las huelgas que cuentan que ganamos

REFLEXIONES SOBRE LA DECADENCIA DEL MOVIMIENTO OBRERO

«Las victorias sobre los bárbaros reclaman himnos, las victorias sobre los griegos, lamentos.» (Gorgias)

 ¿Las huelgas generales que han sucedido desde aquel socorrido 14-D en España y en toda Europa hasta el diciembre francés del 95, forman parte de una revuelta contra la mundialización o son la prueba palmaria de la evaporación -virtualización diríamos ahora- de la lucha de clases? Antes de responder a la pregunta señalaríamos un hecho que nos llama la atención: la total normalidad del día siguiente. Pareció con las huelgas como con las meigas, que ya no se las ve por ningún sitio pero, de haberlas habido, húbolas.

Ni discusiones, ni nuevos procesos organizativos, ni luchas que las prolonguen, que muestren una progresión en la conciencia de sus protagonistas. Por eso, nos inclinamos a pensar que no son verdaderas huelgas, o bien que han acabado no siéndolo, que ya no ocurren huelgas auténticas, de las de antes. La pregunta es otra: ¿Cómo pueden existir huelgas obreras en la actualidad si la clase obrera no existe, si los obreros no existen en tanto que clase social específica? Quienes tratan de explicar el presente con conceptos solamente aplicables a la realidad anterior militan por la confusión y benefician al mantenimiento del orden. Alguien se acordará de los modos espontáneos y autónomos de los movimientos de base, de algún radicalismo, de alguna asamblea... pero todo ello carece de importancia, permanece en el terreno laboral, en el coto de los sindicatos, necesariamente se autolimita y entra en competencia desigual con ellos hasta degenerar en otro sindicato más o desaparecer. La ilusión de un movimiento obrero de verdad, al margen de las centrales sindicales, ya sólo son capaces de crearla las propias centrales, en tanto que maniobra de diversión específica y nada infrecuente. Hoy en día, la condición de asalariado es general y, en ese sentido, casi todo el mundo es obrero, explotado, dirigido, desposeído o contaminado, pero eso no significa que forme parte de un sujeto histórico o de una clase, que tenga una predisposición particular a la revolución, una misión histórica determinada o un destino. Sólo es uno de esos que «puede votar, pero no elegir», al decir de J. Estefanía (alto ejecutivo de El País). Queda, eso sí, una clase residual, ligada a la antigua producción industrial, es decir, al periodo capitalista precedente, en franco proceso de jubilación. Esa que todavía nos enseñan en los patéticos desfiles del Primero de Mayo cantando La Internacional. En fin, una antigualla de antes de la mundialización.  (Continúa)

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