El próximo 4 de
Enero tendra lugar en el CSO “La Guardería” la presentación a cargo de su autor,
Miguel Amorós, de su último libro, una
biografia del revolucionario anarquista Francisco Maroto.
A los niños granadinos de la posguerra no se les asustaba con el coco
para que se acostaran. Los padres preferían invocar la presencia de Maroto.
Pero este asustador de niños fue, antes de entrar en el imaginario infantil,
una figura del anarquismo andaluz de la primera mitad del siglo XX. Además,
capitaneó una columna de milicianos a las afueras de Granada cuando estalló la
Guerra Civil, fue encarcelado por los propios republicanos y murió fusilado por
los fascistas de Francisco Franco en 1940. Toda esta trayectoria la desarrolla
el investigador Miquel Amorós en Maroto el héroe (Editorial Virus).
Ebanista de profesión, parece que Francisco Maroto se formó en los años de la
dictadura de Primo de Rivera y que participó en la reconstrucción de la CNT a
comienzos de la década de los treinta. "En Granada era detenido
constantemente pero la ciudad se le quedó pequeña. Él era un gran orador obrero
y estuvo en Sevilla, Salamanca, Madrid, Valencia y Alicante, donde estuvo cerca
de un año y su carisma ya se había desarrollado", explica Miquel Amorós.
En cuanto al tratamiento de héroe que le da en el libro, el investigador
subraya que es un héroe en el sentido homérico, "en el sentido de representante
de una clase que concentró en él todas sus esperanzas y virtudes". Pero al
mismo tiempo es un personaje que se pasó la mitad de la Guerra Civil en la
cárcel. Y además en cárceles republicanas. "Es héroe porque frente a la
soledad de la cárcel es capaz de desplegar una energía enorme, sobreponerse a
todo tipo de adversidades, una condena a muerte entre ellas, siendo capaz
además de ejercer una influencia en el frente andaluz bastante
importante", continúa Amorós, que califica a Maroto en el prólogo como
"el Lorca proletario". ¿La revolución es poesía? "Maroto es el
equivalente a Lorca en el campo obrero", responde. "Maroto es una
figura que molesta porque la memoria, si incluye a los anarquistas, debe
incluir sus ideas y sus esperanzas, porque Maroto, ya en su tiempo, cuestionó
la República y los límites que tenía una organización dirigida por las clases
medias". De hecho, en uno de sus discursos llegó a decir que la bandera
tricolor no había llevado ni un garbanzo más al puchero de los obreros.
En cuanto al contexto histórico, Amorós señala que Granada, en la década de los treinta, tenía un movimiento obrero vigoroso. "El peso de la ciudad en el contexto nacional en lo años treinta era mucho más grande que ahora, era la sexta ciudad en importancia". Y Granada, de la que siempre se ha dicho que tuvo la peor burguesía de la época, tuvo en cambio "uno de los movimientos obreros más radicales de España". Según Amorós, había cientos de obreros en las cárceles, normalmente oscilando entre cincuenta y algo más de doscientos. "Esta ciudad tuvo una gran clase obrera, una clase media masacrada y una burguesía caciquil y muy violenta como demostró en el 36", resume Amorós.
Y Maroto, calificado como "maleante y delincuente" en las páginas del diario monárquico de la época, vino a salvar Granada con 180 milicianos. "Obviamente no iba a ningún lado y no pudo entrar en la ciudad aunque sus milicias fueron en aumento". La columna de Maroto, agazapada, producía escalofríos en los partidarios del golpe de estado. "De ahí viene la frase 'que viene Maroto', como si viniera Atila". Maroto, incómodo para socialistas y comunistas, era temido por el bando franquista. En 1940 fue capturado por los fascistas en Alicante y murió fusilado en julio de ese año tras ser "salvajemente" torturado. Hasta la investigación de Miquel Amorós, su historia se resumía una lápida compartida con otros cientos de fusilados en el cementerio de Alicante.
En cuanto al contexto histórico, Amorós señala que Granada, en la década de los treinta, tenía un movimiento obrero vigoroso. "El peso de la ciudad en el contexto nacional en lo años treinta era mucho más grande que ahora, era la sexta ciudad en importancia". Y Granada, de la que siempre se ha dicho que tuvo la peor burguesía de la época, tuvo en cambio "uno de los movimientos obreros más radicales de España". Según Amorós, había cientos de obreros en las cárceles, normalmente oscilando entre cincuenta y algo más de doscientos. "Esta ciudad tuvo una gran clase obrera, una clase media masacrada y una burguesía caciquil y muy violenta como demostró en el 36", resume Amorós.
Y Maroto, calificado como "maleante y delincuente" en las páginas del diario monárquico de la época, vino a salvar Granada con 180 milicianos. "Obviamente no iba a ningún lado y no pudo entrar en la ciudad aunque sus milicias fueron en aumento". La columna de Maroto, agazapada, producía escalofríos en los partidarios del golpe de estado. "De ahí viene la frase 'que viene Maroto', como si viniera Atila". Maroto, incómodo para socialistas y comunistas, era temido por el bando franquista. En 1940 fue capturado por los fascistas en Alicante y murió fusilado en julio de ese año tras ser "salvajemente" torturado. Hasta la investigación de Miquel Amorós, su historia se resumía una lápida compartida con otros cientos de fusilados en el cementerio de Alicante.
Gonzalo
Crippa en Granada el 28 de noviembre de 2011
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