x Darío U. Cristobal
Tras los acontecimientos del 25S: ¿violencia como
herramienta de liberación o como coartada del poder para la represión?
Con los
últimos acontecimientos del 25S parece que la cuestión, nunca resuelta, de la
naturaleza de la violencia como herramienta de liberación o como coartada del
poder para la represión sigue siendo espinosa. No pretendo resolver la
cuestión, ni para este caso ni para los que puedan presentarse en el futuro.
Pretendo contribuir a desplazar el foco del debate de los planteamientos que
enfrentan y debilitan las posiciones de quienes queremos acumular poder del
lado del pueblo a otros que nos ayuden a avanzar en acuerdos y combinación de
tácticas en una estrategia común a medio plazo.
El debate
actual se enroca en la bronca moralista. De un lado las posiciones
"pacifistas", apologéticas de la indefensión, criminalizan la
autodefensa y dan al estado el derecho de reprimirnos cuando nos salimos de sus
cauces, llegan a señalar y entregar a "los violentos" a la policía,
demostrando la subordinación intelectual del ciudadano medio (incluido el
manifestante) a la ética apropiada y destilada por el poder ("El sentido
común es la racionalización de los que obedecen de lo que dicen los que
mandan" que decía Gramsci). Es habitual en los sectores sumados
recientemente a la lucha, sin formación política y con una cultura democrática
a la altura de nuestra "ejemplar transición" que, en contra de las
ilusiones que pudiéramos albergar, no ha solventado su identificación de lo
moderado con lo cierto a pesar del estallido asambleario nacido de las plazas.
Su posicionamiento moral esconde la percepción de no estar preparados para una lucha en un terreno en el que la inmensa mayoría no sabe ni quiere desenvolverse. Si planteasen su posición sin los velos pseudoético-estéticos contribuirían a un debate necesario sobre los tiempos y las formas de la movilización destituyente, evitando caer en una falsa conciencia que impida medir cuanto consentimiento sustenta el r€gimen y hasta que punto la coerción esta sustituyéndolo y/o reforzándolo como valedor último ("no podemos ganar").
Su posicionamiento moral esconde la percepción de no estar preparados para una lucha en un terreno en el que la inmensa mayoría no sabe ni quiere desenvolverse. Si planteasen su posición sin los velos pseudoético-estéticos contribuirían a un debate necesario sobre los tiempos y las formas de la movilización destituyente, evitando caer en una falsa conciencia que impida medir cuanto consentimiento sustenta el r€gimen y hasta que punto la coerción esta sustituyéndolo y/o reforzándolo como valedor último ("no podemos ganar").
Del otro
lado, los "radicales" mayoritariamente militantes desmovilizados o
"ciberactivistas", hacen una apología apolítica de la violencia que
choca con las líneas de flotación de cualquier ideal emancipador, especialmente
el libertario, y contribuyen a engrandecer, como monstruos, a unos funcionarios
que no se atreven a desobedecer a sus jefes políticos, que a su vez son
serviles bienpagados de la élite económica que está beneficiándose de nuestra
ruina; convirtiendo al perro del limpiabotas del sistema en el chivo expiatorio
de toda nuestra frustración.
Se auto-marginan
de las movilizaciones por ser demasiado "blandas" o participan de
ellas mirando por encima del hombro a casi todo el mundo. El posicionamiento
pseudoético-estético se puede resumir en la "valentía" como excusa
para la ausencia de táctica y estrategia, una cuestión de cojones a la que es
imposible contraargumentar. El principal crimen de este sector es renunciar a
hacer pedagogía y llegar a acuerdos con quienes no están dispuestos a enfrentar
la represión físicamente, en ocasiones la coartada es la horizontalidad en
forma de "quien quiera entender que entienda" o el vanguardismo en
forma de "tenemos que agudizar las contradicciones"; en ambos casos
se renuncia a la comunicación y se opta por imponer torpes intentos de imitación
de métodos ajenos a las experiencias moyoritariamente compartidas.
Ambos
posicionamientos convierten el necesario debate sobre la violencia en una
ciénaga de mutuos reproches que debilitan la respuesta social a la verdadera
violencia institucional, sin precedentes, que estamos sufriendo.
Un principio
de acercamiento sería evitar que las distintas tácticas se entorpecieran,
evitando violentar movilizaciones pacíficas o estigmatizar la resistencia
activa, ahondando en el debate sobre la definición de la violencia
("600€") para evitar que sea el poder el que decida cómo nombramos y
pensamos la realidad, profundizando en la creación de una moral autónoma, que
nos demos y que limite nuestro repertorio de tácticas, no por lo que definan
nuestros enemigos como aceptable/inaceptable, sino por lo que nuestro proyecto
moral y de sociedad sea capaz de asumir como medio para su consecución sin
convertirnos en los monstruos que tratamos de combatir.
Octubre de
2012, Sierra de Madrid.
TEXTO
EXTRAIDO DE LA HAINE.ORG
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