Ahora que sí que ha dejado de sonar el tambor, los
hechos acaecidos durante los últimos meses nos han demostrado diferentes
aspectos de la realidad que anteriormente se mantenían en la sombra. El
movimiento 15M está saliendo de las estructuras de la autoorganización para
sumarse mutatis mutandi a la política institucional. No obstante, lejos
de ver en ello una traición a los revolucionarios, a los que nunca dejó de
demostrar cierta desconfianza, se puede observar una continuidad lógica –que
sea lógica no significa que no sea enfermiza- inmersa en una estrategia global
de dotar legitimidad a las democracias parlamentarias, sea imponiéndolas en el
llamado “mundo árabe” o mejorándolas en el mundo occidental. Lo que nunca
dejaron de ser reivindicaciones, pasarán a formar parte de las vagas promesas
electorales.
¿Qué queda entonces de la autoorganización? Nada, ya
que lo que para nosotros ha tenido un significado denominado por dicha palabra,
para la gran mayoría de participantes en estos movimientos de masas no ha
habido palabra alguna que designase lo que estaba sucediendo. Mientras nosotros
hemos visto autoorganización, asamblearismo y acción directa; la gran mayoría
ha visto democracia, colaboración con la policía, políticos interesados y
pacifismo como solución a todos nuestros problemas. Nuestra incapacidad para
nombrar aquello que sucede ha dejado un vacío enorme que los medios de
comunicación han aprovechado para erigirse no solo como auténticos narradores,
sino como auténticos escritores de esta pequeña parte de la historia. Sin
prensa no hubiese habido 15M.
La exagerada conducta ciudadanista no se ha debido a
la manipulación de seres malévolos desenmascarados por determinados personajes
ultralibertarios en determinadas páginas web, sino a que este movimiento ha
tomado la forma de los deformes deseos de la ciudadanía. Si no fuesen deformes,
no serían deseos de ciudadanos, y por este mismo motivo, la prensa ha sabido
darles el nombre que han tomado. La ciudadanía es aquel tipo de ser humano
manipulado desde el momento de su nacimiento, las sectas que en una
movilización digan lo que sus calenturientas mentes consideran oportuno
no deben ser el objetivo único de una crítica seria. Habría que centrarse más
bien en qué es el ciudadanismo y qué objetivos persigue.
En Europa se ha venido desarrollado como una serie de
movimientos de masas, a los que se ha “dejado hacer” para conformar esta nueva
forma de movilización legítima. Estamos ante un acontecimiento histórico, es la
primera vez que en este mundo se puede protestar y salir de rositas. Excepto un
par de cargas policiales queda muy poco para que esta nueva forma de
contestación ciudadana esté perfeccionada y lista para usarse. Dentro de unos
años no acudirá la policía a las manifestaciones para velar por la seguridad,
no hará falta. Tampoco hará falta que políticos interesados vengan a proponer el
diálogo, ni otras refinadas formas de recuperación, estas se buscarán
desesperadamente. La centralidad del discurso democrático/parlamentario es
patente y es esta centralidad, precisamente, la que construye en torno al
ciudadanismo una muralla infranqueable para un discurso más radical. Los
políticos solo tienen que lanzar una red de “diálogo” y “participación” para
utilizar estos movimientos como quieran.
Esto ya lo pudimos observar en las luchas llevadas a
cabo contra el Plan Bolonia, y desde las manifestaciones contra la guerra de
Irak se ha ido formando una dinámica de luchas que han tenido su exponente más
“radical” en el 15M. Las características de estos movimientos son:
-Asamblearismo
-Líderes encubiertos
-Masificación
-Movilización pacífica
-Colaboración con los medios de comunicación
-Colaboración con la Policía (a pesar de las cargas)
-Parcialización de los objetivos
-Crítica de los problemas, no de sus causas.
-Utilización de Internet de forma exagerada
Etc.
Respecto de este tipo de movimientos de los cuales,
como ya hemos dicho, son exponentes el 15M, las movilizaciones contra la Guerra
de Irak, o la lucha contra el Plan Bolonia, el movimiento anticapitalista
autónomo debe posicionarse claramente para tener una reacción adecuada cuando
estos sucedan.
Una parte defenderá la participación activa en ellos,
como unos más del movimiento. La ventaja de esta opción es la de que nos damos
un “baño de realidad” bastante necesario para algún que otro apóstol de la
anarquía, además de resultar un buen antídoto contra la verticalización y la
manipulación en las asambleas de estos movimientos. La desventaja principal
podría ser dejar de hacer otras actividades, la enorme cantidad de paciencia
necesaria y, por último, la legitimidad que se le da al ciudadanismo y, en
ocasiones, al izquierdismo en sus reivindicaciones y movilizaciones*.
Una interesante puntualización aquí sería la de que es
necesario valorar hasta que punto lo que los movimientos anticapitalistas
realizan es más importante que lo que los movimientos reformistas hacen. Un
análisis respecto a nuestra propia actividad y la relevancia social de la misma
puede ser un batacazo duro, pero necesario para mejorar y para clarificar
nuestra posición.
Otra de las opciones consiste en introducirse de lleno
en estos movimientos pero para manipularlos. Debido a que consideramos
necesario excluir a los diferentes partidos comunistas y microorganizaciones
trotskistas del elenco anticapitalista, no creemos que ninguno de sus miembros
acepte que la manipulación de la que hacen gala, ni siquiera dirigida a un
“bien superior”, esté justificada en caso alguno. Otra vez incluimos aquí la
necesidad del debate, en este caso respecto a la mencionada manipulación, ya
que ¿no es manipulación el victimismo del que a veces hacemos gala los
movimientos anticapitalistas? Así las cosas, nos negamos rotundamente a la
manipulación bajo cualquiera de sus formas, y quien lo considere necesario que
incluya esta última frase entre signos de interrogación. Las respuestas en
ocasiones sorprenden.
Una última opción consiste en ignorar estos
movimientos y tacharlos de reformistas o izquierdistas, indistintamente. El no
saber diferenciar ni siquiera los mismos insultos que tranquilamente repartimos
es síntoma de una muy grave enfermedad. La postura de ignorar estas realidades
puede resultar coherente si se dispone de una verdadera crítica a este tipo de
movimientos y una práctica más adecuada a la realidad actual. No está el
movimiento anarquista como para ponerse a competir “a ver quién la tiene más
grande” en cuanto a crítica social.
La postura empirista parece la más adecuada, comprobar
las cosas por nosotros mismos. Esto, naturalmente no se ha hecho por variados
motivos, que van desde el miedo a perder la propia identidad, como si ser
anarquista fuese una identidad, al miedo a tener que debatir con esos
recalcitrantes reformistas/izquierdistas que nada conocen de la lucha
revolucionaria, los grupos de afinidad, la violencia y la insurrección. Como
hemos dicho, la paciencia es necesaria en estos menesteres, si no fuese así
muchos habríamos dejado de ser anticapitalistas al no haber realizado un solo
avance en años de actividad.
Si nos referimos a la otra postura, la de la
participación, cuando hablamos de empirismo hablamos de que si una teoría no
funciona debe ser descartada. Un científico no realiza innumerables veces un
experimento hasta que le da el resultado deseado, sino que va modificando
variables y postulados hasta que encaja su modelo teórico con la realidad. Pues
esto es exactamente lo que no se ha sabido hacer, analizar el movimiento del
15M desde fuera del corral ahora que ya llevamos una temporada revoloteando con
él por el gallinero de la política. Si algunas asambleas de barrio no son
horizontales, si la postura pacifista es inexpugnable, si no existe una crítica
total al capitalismo, si se glorifica la democracia parlamentaria, habrá que
aceptarlo tal y como es.
La pregunta sería ¿Esto es así por qué no hemos sabido
dotarle de un discurso libertario? Y en tal caso habría que deslindar la
palabra “dotar” de “manipular”, y también preguntarnos si nos creemos nosotros
mismos ese discurso y si sabemos articularlo y expresarlo en idioma terrícola.
Desde mi punto de vista, una hipotética revolución, o mejor
dicho, un cambio revolucionario, no vendrá de este tipo de movimientos, aunque
tampoco de los recientes disturbios y saqueos de los barrios londinenses. Estas
dos formas de considerar las revueltas tienen ambas signos positivos y
negativos, y no se pueden glorificar ni rechazar per se. La revolución
la harán los revolucionarios conscientes y la forma organizativa que tomen no
será ni la una ni la otra, está todavía por crear. Las revueltas espontáneas
son campos de acción social, en estos campos se abren nuevas perspectivas
gracias a las cuales determinadas personas amplían su crítica al sistema
imperante. Es ahí donde debe incidir el discurso revolucionario, centrando la
crítica en la ideología de la democracia parlamentaria de una forma asequible y
meditada. Hay que entender que no se puede cambiar todo un movimiento como el
15M, pero si se puede debatir con ciertas personas que lo conforman y llegar a
conclusiones. Así sí que se avanza, y cuando se llega al punto en el que no se
puede avanzar más, se pasa a otro campo de acción social que deberíamos haber
abierto ya los movimientos anticapitalistas. La mayor parte de anarquistas
participantes del 15M siguen viendo en él una esperanza, pero la gran cantidad
de gente que mueve no es señal inequívoca de potencial revolucionario. Hay que
aprender a conocer cuando un campo ya no da más de sí.
La postura del pseudo revolucionario criticando desde
el sillón no es la adecuada, evidentemente. En cuanto a esto, el título de un
reciente texto habla de cómo parecer revolucionario sin serlo, yo propongo
preguntarnos como crear un movimiento revolucionario que excluya a la gente que
trata de “parecer” algo. Y la sinceridad puede ser un factor decisivo en caso
de que se aborden estos problemas, cosa que dudo que se haga.
Sietevecescero
Agosto, 2011
*Al respecto, cabe destacar que el ciudadanismo no es
lo mismo que el izquierdismo, el primero es más difuso y no se define
ideológicamente, simplemente busca leves mejoras en el bienestar de los
ciudadanos, siendo el resultado de la necesidad del sistema de mejorarse a sí
mismo; el izquierdismo está medianamente definido ideológicamente y es el
resultado de una serie de cambios históricos en la política del movimiento
obrero extinto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario