Somos muchos los que en estos dias hemos confluido en las calles en las protestas. Todos nos hemos identificado en el rechazo a los partidos politicos, en el rechazo a los sindicatos, a los empresarios ... Ante todo nos hemos dado cuenta de que hemos llegado al limite. Que estamos hartos de ser los parias de este mundo. Que no soportamos más que unos pocos se llenen los bolsillos y vivan como reyes, mientras que a otros nos aprieten las tuercas más allá de todo limite con tal de mantener la salud de la sacrosanta economía. Que sabemos que para cambiar esto tenemos que luchar nosotros mismos, al margen de los partidos, sindicatos y demás representantes que quieren endosarnos.
Por
encima de todo, esta realidad está expresando una cuestión fundamental que
afecta en todo el mundo: la contraposición de necesidades e intereses entre la
economía y la humanidad. Esto lo han entendido perfectamente nuestros hermanos
rebeldes en el Norte de África, esto lo entendemos hoy aquí cuando la situación
ya es insostenible para todos nosotros y salimos a luchar. Hemos aguantado lo
inaguantable, hemos sufrido un empeoramiento en las condiciones de vida que no
se producían desde hace décadas. Pero finalmente hemos dicho basta, y aquí
estamos, expresando nuestro rechazo a todo este sistema infernal que transforma
nuestra vida en mercancia.
Queremos,
por cierto, expresar nuestro rechazo tajante a la etiqueta de ciudadano. Bajo
esa etiqueta se aglutina a todo bicho viviente, desde el político al parado,
desde el dirigente sindical al estudiante, desde el empresario más forrado
hasta el obrero más miserable; se mezclan condiciones de vida totalmente
antagónicas. Para nosotros no se trata de una lucha de ciudadanos. Es una lucha
de clases entre explotados y explotadores, entre proletarios y burgueses como
dicen algunos. Parados, trabajadores, estudiantes, jubilados, inmigrantes…
formamos una clases social sobre la que recaen, en mayor o menos medida, todos
los sacrificios. Políticos, banqueros, patronos… forman la otra clase de la
sociedad, la que se beneficia, también en mayor o menor medida, de nuestras
penurias.
El que no quiera ver la realidad de esta sociedad de clases vive en
el mundo de las maravillas.
Llegados
hasta aquí, protestando en las plazas de numerosos ayuntamientos del país, es
hora de reflexionar, es hora de concretar nuestras posiciones, de orientar bien
nuestra práctica. La heterogeneidad es grande, sin duda.
Hemos confluido
compañeros que llevamos muchos años luchando contra este sistema, otros que
hemos salido por primera vez a las calles, unos que tienen claro ir “a por el
todo” (“lo queremos todo y ahora” rezaba una pancarta en la puerta del sol),
otros hablan de reformar diversos aspectos, otros se encuentran desorientados,
otros solo quieren manifestar su hartazgo…. Y también hay quien, esto hay que
tenerlo bien presente, trata de pescar en rio revuelto, quien busca canalizar
este descontento para neutralizar su fuerza aprovechando las indecisiones y
debilidades que portamos.
Desde
luego algo que hemos discutido entre diversos compañeros en las calles es que
nuestra fuerza está en el rechazo, en el movimiento de negación de lo que nos
impide vivir. Es lo que ha forjado nuestra unidad en las calles.
Pensamos que
hay que avanzar por ahí, profundizar y concretar mejor nuestro rechazo. Por
eso, porque la fuerza la tenemos en esa negación, tenemos claro que no
solucionaremos nuestros problemas exigiendo mejorar la democracia, tal y como
en algunas consignas se ha escrito, ni siquiera reivindicando la mejor
democracia que nos imaginemos. Nuestra fuerza está en el rechazo que estamos
manifestando a la democracia real, la democracia “de carne y hueso” que
sufrimos día a día y que no es otra cosa que la dictadura del dinero. No hay
otra democracia.
Es una trampa reivindicar esa democracia ideal y maravillosa
que nos han contado desde pequeñitos.
De
la misma manera no se trata de mejorar este aspecto o este otro, pues lo
fundamental seguirá en pie: la dictadura de la economía. Se trata de
transformar totalmente el mundo, de cambiarlo de arriba abajo. El capitalismo
no se reforma, se destruye. No hay caminos intermedios. Hay que ir al fondo,
hay que ir a la abolición del capitalismo.
Hemos
ocupado la calle a unos días de la fiesta parlamentaria, esa fiesta donde se
elige quién será la jeta que ejecutará las directrices del mercado. Bien, es un
primer paso. Pero no podemos quedarnos ahí. Se trata de dar continuidad al
movimiento, de crear y consolidar estructuras y organizaciones para la pelea,
para la discusión entre compañeros, para afrontar la represión que ya nos ha
golpeado en Madrid y en Granada. Hay que ser conscientes que sin la
transformación social, sin revolución social, todo seguirá igual.
Llamamos
a seguir mostrando todo nuestro rechazo al espectáculo del circo electoral en
todas las formas que podamos. Llamamos a levantar en todos lados la consigna
“¡Que se vayan todos!”. Pero llamamos tambien a que la lucha continue tras las
elecciones del Domingo 22. A que vayamos mucho más allá de estos días. No
podemos dejar morir los lazos que estamos construyendo.
Llamamos
a la formación de estructuras para luchar, llamamos a que entremos en contacto,
a que coordinemos el combate, a luchar en las asambleas que se están creando
haciendo de ellas organos para la pelea, para la conspiración, para la
discusión de la lucha, no para mítines ciudadanos. Llamamos a organizarnos en
todo el país para luchar contra la tiranía de la mercancía.
A
LA CALLE, ¡A LUCHAR!
LA
DEMOCRACIA ES LA DICTADURA DEL CAPITAL
EL
CAPITALISMO NO SE REFORMA, ¡SE DESTRUYE!
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