martes, 6 de septiembre de 2011
Violencia y No-violencia en el 15M
Pequeña reflexión sobre la violencia, la no-violencia y sus implicaciones inmediatas dentro del 15-M: un debate necesario
Ser “pacifista”, o “no-violento”, y tolerar pasivamente que este sistema político y económico siga ejerciendo violencia contra la población, permitir pasivamente que ésta se ejerza, es contradictorio. No tratar de impedir activamente que la policía, por orden de las “autoridades” económicas y políticas, militarice y prohiba violentamente el acceso a una plaza pública -que se la robe al pueblo- y llamarse al mismo tiempo no-violento, es incoherente.
Es mentira: todo eso no es ser “no-violento”, ni tampoco “pacifista” si se profundiza un poco, todo eso es ser, indirectamente, precisamente lo contrario, violento.
A mi modo de ver, la no-violencia implica no tolerar la violencia, y hacerlo, no tolerarla, de manera activa. La no-violencia implica tratar de impedir, de la manera más inteligente que se considere, que se ejerza violencia. En este sistema, esta violencia se ejerce ya de antemano, por principio, se puede ver en cada rincón de la realidad que éste es en sí mismo un sistema violento. Por ello, ser no-violento tiene que pasar por impedir que se siga ejerciendo y, por ende, luchar activamente por combatir esa violencia estructural que se lleva a cabo.
Ese combatir es, en este caso, entrar en la Plaza de Sol, recuperarla, romper el cerco policial y liberarla de este estado de sitio para que pueda volver a ser usada por el pueblo, tal y como éste quiera usarla, que es a quien le pertenece (no a la policía, ni a los comerciantes, ni al gobierno, y ni siquiera al estado). Si el estado la tiene ocupada militarmente en este momento, habrá que luchar contra el estado y su “ejército” policial para recuperarla. Es nuestra y no de ellos. Es del pueblo, un lugar “público”.
En el seno del 15M, la no-violencia se está confundiendo desde hace ya un tiempo con la pasividad frente a la violencia del sistema. La no-violencia no es rehuir el conflicto, no es tratar superficialmente de evitarlo, es asumirlo y afrontarlo, ocuparse de él activamente y de manera radical: ir a la raíz del mismo, ocuparse de él profundamente. Hay quien dice, y creo que es algo que puede sostenerse fácilmente, que en el fondo estamos, ya, en guerra, aquí y ahora. En una guerra de verdad, en el sentido más crudo del término. Una guerra que adopta distintas formas según se vaya cambiando de contexto. Nos la han declarado hace ya mucho tiempo, y lo del estado de sitio que hay ahora en Sol es un ejemplo más que evidencia de forma muy vívida esa guerra que nos tienen declarada. Y ser no-violento, en esta situación, implica afrontar esa guerra de manera radical: tratar de ponerle fin definitivamente. Y eso, a día de hoy, conlleva combate. Nunca ha sido de otra manera.
El combate también puede y conviene que adopte distintas formas concretas según estemos en un contexto u otro: se trata sencillamente de escoger la mejor estrategia, los mejores medios, para afrontar activa y radicalmente el conflicto que ya hay. Unas veces lo más sensato puede ser repartir panfletos, u organizar charlas y debates en torno a algún tema, o marchar por las calles y gritar, sin más; en algunas situaciones lo mejor puede ser resistir activamente con cuerpos entrelazados en una sentada, y otra puede ser avanzar con escudos y cascos frente a un cordón policial que tiene secuestrada una plaza pública, o quizá quemar contenedores en distintos sitios de la ciudad para hacer que la policía se tenga de dividir y pierda fuerza a la hora de reprimirnos; y, tal vez, en otras ocasiones lo más sensato sea cargar directamente contra la policía, o defendernos con armas de fuego contra el fascismo…: en cualquier caso todo ello son, a fin de cuentas, acciones con las que defendernos de la violencia que ya se ejerce de antemano en este sistema.
Pero lo que no se puede hacer es evadir ese conflicto en el que, queramos o no, estamos ya todas metidas. Lo que no se puede hacer es permitir la violencia que ya se está ejerciendo contra todas nosotras, eso es colaborar con un sistema violento, tolerarlo, dejar que se cometa violencia. Esto no se puede confundir con “pacifismo”, ni con “no-violencia”, ni con “respeto”… eso es demagogia barata, porque bien se podría decir de esa postura que supone precisamente lo contrario: ser violenta, autoritarista, irrespetuoso, y defensora pasiva de la guerra como principio de funcionamiento social.
IMC Madrid
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