NtdIZ: Aquí os
dejamos un interesante articulo escrito por el compañero Miguel Amorós,
El municipio
ha sido en la península ibérica la formación social más parecida a la polis
griega y también la más contraria al Estado. Su desarrollo entre los siglos XI
y XIV tras un largo periodo desurbanizador representó la forma más lograda de
sociedad fraternal e igualitaria, al menos en sus primeros momentos, cuando no
se producían excedentes o éstos se dilapidaban de modo improductivo en fiestas,
edificios públicos o batallas. Las relaciones con un poder territorial al
principio sin capacidad coercitiva suficiente se basaban en la reciprocidad y
no en la opresión.
Las
diferencias estamentales no eran importantes y las decisiones se tomaban en
asamblea abierta; el vecindario se regía por normas dictadas por la costumbre y
combatía la escasez con el aprovechamiento de tierras comunales.
En tal
sociedad sin Estado –o al menos fuera de su alcance—tuvo lugar la síntesis de
lo rural y lo urbano que dio forma a una cultura rica e intensa, el primer
rostro de nuestra propia civilización, hoy irreconocible. En su seno no se
concebía la individualidad como aislamiento y ausencia de obligaciones; el
individuo era determinado por la comunidad y no al contrario. Así las
cualidades de la conciencia histórica (memoria, tenacidad, lealtad,
autodisciplina, compromiso social) se sobreponían a las aptitudes exigidas por
una existencia entregada a la satisfacción inmediata de impulsos (narcisismo, hedonismo,
ludismo, inconsecuencia), tan típica de nuestros días.
El municipio
fue durante mucho tiempo la célula básica y autónoma de la sociedad, el centro
ordenador del territorio, la forma de su libertad política y jurídica ganada a
pulso en lucha contra la Iglesia, la aristocracia o la realeza, el medio de una
identidad mediante la cual sus habitantes pudieron intervenir como sujeto
histórico en otros tiempos, que el desarrollo de patriciados, la propia
decadencia, el Estado absolutista y la burguesía decimonónica se encargaron de
cerrar. Y precisamente hoy, cuando una identidad combativa debe constituirse en
la resistencia antidesarrollista y la defensa del territorio, único espacio
donde pueden confluir el interés subjetivo y el objetivo, su ejemplaridad puede
servirnos de fuente de inspiración, aunque no de coartada para compromisos
institucionales de tipo localista. Se trata de reconstruir elementos
comunitarios en una perspectiva revolucionaria, no de legitimar el sistema
político de la dominación con candidaturas electorales. Importa echar abajo el
edificio de la esclavitud política y salarial, no apuntalarlo, por lo que el
municipalismo revolucionario no ha de entenderse sino como un retorno
antipolítico a lo local en el marco de la defensa radical y universal del
territorio.
Miguel
Amorós
El segundo asalto. Forma y contenido de la revolución social (2011)
El segundo asalto. Forma y contenido de la revolución social (2011)
fuente: http://grupotortuga.com
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